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BITÁCORA REPORTERIL

CÉSAR BARRERA VÁZQUEZ | Opinión | 12/04/2019

EL POLICÍA MALO Y EL POLICÍA BUENO

La comedia involuntaria del, en su momento, presidente Enrique Peña Nieto preludió la obra tragicómica de la Cuarta Transformación, cuyo protagonista principal, el presidente Andrés Manuel López Obrador interpreta al policía bueno y designa como policía malo, en un papel secundario pero esencial en la trama mediática de “las mañaneras”, a un miembro de su gabinete, quien invariablemente queda ridiculizado.

Quienes vieron películas de acción conocen esta dinámica, que en nuestro actual contexto sirve para despresurizar la intensa polarización social en la que estamos inmersos. Así se satisface ambas posturas mediáticamente, aunque en los hechos se contrapongan. El problema es que toda esta dinámica de roles, para dar gusto a chairos y fifís, desgasta la credibilidad del gobierno.

Y es que ya no en una, sino en varias ocasiones, el presidente Andrés Manuel desmiente y desacredita las declaraciones oficiales del Subsecretario de Hacienda, Arturo Herrera, un hombre clave dentro del andamiaje de la política económica del país.

En una primera ocasión, discreparon en el asunto de la refinería que se piensa construir en Dos Bocas, Tabasco: el subsecretario de hacienda afirmó que la obra se suspendería y que los 2 mil 500 millones de dólares se invertirían en incrementar la producción de Petróleos Mexicanos; un día después de esta declaración, el presidente dice que no, que la obra va y terminará en tres años. La contradicción es manifiesta y la ambigüedad cunde.

Días después de este desaguisado declarativo, Arturo Herrera vuelve a ser desmentido por el presidente, cuando el funcionario federal sugiere la pertinencia, como una estrategia para aumentar la recaudación, la reactivación de la tenencia, lo que le daría al gobierno federal entre 120 mil y 250 mil millones de pesos. En esta ocasión el presidente lo volvió a desmentir y negó que se contemple crear nuevos impuestos o aumentar los ya existentes.

¿Dónde está la concordancia? Los inversionistas, las calificadoras crediticias, todos aquellos entes cuyas decisiones inciden en la salud financiera del estado y que son fundamentales para la generación de empleo, ¿a quién le creerán si ambas figuras, con el respeto a la investidura presidencial, encarnan al mismo gobierno? Con esto se exacerba aún más la incertidumbre en un ámbito que se debería caracterizar por la seriedad y claridad de proyectos, como son las finanzas públicas.

A todo esto, recientemente, el secretario de Comunicaciones y Transportes (SCT), Javier Jiménez Spriú, afirmó que en la cancelación del proyecto de construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) no se encontró ningún hecho probable de corrupción. Sucedió lo mismo: el presidente desmintió al miembro de su gabinete y aseguró que sí había corrupción y que por esos actos de corrupción se decidió cancelarlo.

Lo que sucede a continuación cimenta el carácter tragicómico de la 4T: Jiménez Spriú sólo refrendó una postura que el presidente Andrés Manuel sostuvo el 09 de enero durante “la mañanera”, cuando dijo que no “hay pruebas que confirmen la existencia de un hecho ilícito” (esta declaración se puede consultar en El Universal). Es decir, Jiménez Spriú sólo declaró lo que  AMLO dijo a principios de este año con respecto a este tema.

Por eso, ante los senadores, el titular de la SCT no expuso pruebas, mucho menos detalló investigaciones o denuncias por hechos de corrupción en el NAIM. Tampoco presentó nombre de empresarios o funcionarios que se coludieron en actos de corrupción. Porque hay que hacer la diferenciación entre las “observaciones” que identificó la Auditoría Superior de la Federación (mismas que pasan por un proceso de solventación y dictaminación) y, otra cosa muy diferente, los hechos concretos, firmes e incontrovertibles que avalen la materialización de un acto ilícito.

Podemos pasarnos toda la vida hablando de unicornios, asegurar su existencia y afirmar que los hemos visto pastear en las verdes colinas, pero si no los presentamos, si no los tocamos con nuestras propias manos y los vemos. Si no presentamos pruebas fehacientes de su existencia, entonces sólo existen en un plano narrativo.

Lo mismo: si no hay pruebas que confirmen la existencia de un hecho ilícito, como dijo el presidente en enero, por ende, todo fue retórica, un elemento discursivo que AMLO utilizó para lucrar electoralmente durante la campaña, utilizando como núcleo narrativo la corrupción del PRIAN-FIFIS-CONSERVADORES y vinculada ésta al NAIM.

Un recurso de propaganda; eso fue la corrupción del NAIM: una imagen denotativa para ilustrar un concepto abstracto (corrupción) que el electorado pudiera asociar y potenciar el discurso antisistema de Andrés Manuel. Y en propaganda electoral eso funciona muy bien, porque lo mismo hizo Trump con el discurso xenófobo vinculado al muro. Ahí los hechos.

DOS PUNTOS

Y a guisa de epílogo de esta tragicomedia, de este juego del policía malo y el bueno, la imagen solitaria del presidente en el escenario, contradiciéndose a sí mismo. "Ridi Plagaccio, ridi",  resuena en el escenario, pero aún no cae el telón…

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