LECTURAS

NOE GUERRA PIMENTEL | Opinión | 17/02/2019

A LA MITAD DEL CAMINO

Cada quien elige cómo quiere ser recordado…

Heráclito de Éfeso, el filósofo griego afirmó que: “Ningún hombre puede cruzar el mismo río dos veces, porque ni el hombre ni el agua serán los mismos.” Lo que significa que todo fluye, todo cambia, nada permanece y más en el arte de la guerra que es la política, y menos aun cuando, según Maquiavelo, la tensión entre los contrarios en lucha genera el movimiento; a la paz sigue la guerra y a ésta nuevamente la paz, con dicho modelo y si partimos de que estos tres años fueron complicados o de guerra, es deseable que los que restan sean de lo que merece Colima, de paz.

Fue el jueves 11 de febrero del 2016 cuando después de una muy enrarecida elección extraordinaria por la que transitó el ahora gobernador para poder rendir la protesta de ley luego de que la ordinaria, celebrada medio año antes, había sido objetada y, a la postre, anulada por la confesa intromisión proselitista de un funcionario de primer nivel de la anterior administración estatal, mismo indiciado que seis meses después, el 12 de agosto (no obstante que fue el único motivo para la efectiva anulación), resultara exonerado, absuelto mediante “auto de libertad por falta de elementos para procesar”, según resolución del Tribunal unitario del trigésimo segundo circuito del Poder Judicial de la Federación.

De ahí para acá José Ignacio Peralta, el gobernador de Colima, ha llevado una jefatura política en la que si bien ha venido cubriendo saldos acumulados, varios se han complicado, como es el caso de la rabiosa violencia entre los cárteles del narco, en cuyo fuego cruzado han perecido inocentes, por lo que se ha convertido en el principal motivo de mortificación de los colimenses y más con el hallazgo de los 69 cuerpos en tumbas clandestinas, hecho que recién puso a Colima en los titulares de la prensa internacional, renglón en el que a estas alturas y en las actuales condiciones, no obstante lo realizado, no se ve por dónde se pueda salir; caso contrario es el de las finanzas públicas, las presumiblemente saqueadas en anteriores administraciones y que en su momento pusieron en alarmante baja la calidad crediticia local, área en la que según las calificadoras, no sin los costos y sacrificios inherentes como recortes de personal, se afirma que se normalizó la nómina y los pagos a proveedores, por mencionar algunos.

Sin embargo, prevalecen sectores como el de salud, educación, agro y cultura, sin pasar por obvia la de atención a jóvenes, mujeres, ancianos y gente con discapacidad, en los que se nota la dificultad con la que operan dado el evidente déficit en detrimento de la población. Tampoco se puede omitir la precaria gestión para la inversión privada en áreas estratégicas para el desarrollo social como la tecnológica y la de servicios, incluido el turismo, y el también muy poco visible gasto público en obras de infraestructura y equipamientos urbanos, ya no hablemos del transporte público que entre amagues y chantajes propios de mafiosos, continúa sobre una anquilosada burocracia que no ha sabido ponerlos en orden a favor de los usuarios que, resignados, padecen los hasta hoy impunes abusos.

Por demás, debemos tener claro que no todo es responsabilidad del titular del Ejecutivo como individuo, sino también de sus colaboradores (incluidos los que vienen nadando como de muertito y sin hacer olas), como de los otros poderes, niveles y ámbitos de gobierno y de la misma población, de los ciudadanos que tenemos que hacer nuestra parte, lo que nos corresponde; no obstante, es necesario subrayar que a tres años transcurridos y los que restan de este sexenio, hace falta una mayor actuación política aunada a una más oportuna y eficaz toma de decisiones antes de que empiece el inevitable descenso en la curva del poder, cuando las presiones propias de la sucesión gubernamental hagan inviable cualquier intento de dar un golpe de timón para mejorar el rumbo. Si se quiere, aún hay tiempo, al fin que cada quien elige cómo quiere ser recordado.