HISTORIAS DEL CENTENARIO

Administrador Colimapm | Opinión | 06/02/2019

A UN AÑO

Justamente hoy, 6 de febrero, hace un año que se fue mi señor padre, Don José Puente Fuentes, quien con sus charlas y amenas pláticas me llevó a que escribiera las "Historias del Centenario".

Hoy, después de mucho tiempo de no escribirlas, retomaré una de tantas historias que me platicó y las dejé en el tintero.

Durante las últimas pláticas que tuve con mi padre, en donde estuvieron presentes mis hijos Frida y Diego, me aseguró que la salud pública está mucho mejor ahora que cuando él era un niño.

Esto fue cuando él tenía seis o siete años (mi padre nació en 1913) por lo que recordó que aunque Colima era la capital del Estado, no tenía un sistema de salud confiable, pues cuando iban a comprar queso seco a la tienda el tendero le quitaba los gusanos para después despacharlo.

Decía que las moscas, que había muchas, se paraban en las piezas completas y ahí depositaban las queresas (huevecillos de mosca) y el tendero las limpiaba para vender el queso.

Remarcó que, también en plena orilla del río del Manrique la gente aventaba los puercos muertos, "pero los carniceros iban a juntarlos y al medio día ya estaban los chicharrones y la manteca para venderla".

Recordó que a su papá (Don Marcos Puente) le gustaba mucho las carnes fritas, "había un carnicero panzón llamado Don Felipe que las vendía por la calle y una ocasión llegó a la casa y le preguntó a mi mamá mi padre".

-En donde está Don Marcos-

Le contesta mi mamá: -Se fue al rancho-

-Ah que caray, ayer me encargó carne frita y aquí le traigo, escoja la carne y mañana que me la pague él

Nos arrimamos para escoger la carne de la batea y después Don Felipe siguió con su venta por las calles de Colima.

Nosotros nos quedamos contentos porque íbamos a comer carne frita, pero cuando uno de mis hermanos agarró un pedazo de carne, pegada a un hueso de tuétano, al querer morderla vio que estaba 'retacado' de puros gusanos fritos, por lo que mi mamá ya no dejó que comiéramos.

Después alguien nos dijo que esa persona seguido se iba y levantaba todos los puertos muertos que otros tiraban y después los destazaba para freír la carne y venderla, indicó mi padre.

"Ahora que esperanzas que veas un comestible así, hoy ya está todo bien arreglado, no que antes hasta los tasajos de cecina estaban llenas de queresas", culminó mi padre, recordando al Colima de hace un siglo.