BITÁCORA REPORTERIL

CÉSAR BARRERA VÁZQUEZ | Opinión | 18/09/2018

LA ESTRATEGIA DE ENRIQUE ROJAS

Ayer, en el programa de Análisis Político Enfoques, tuve la oportunidad de entrevistar a Enrique Rojas, actual dirigente de la CNOP en el estado. Hasta hace poco, Rojas Orozco fue diputado federal por el primer distrito, que comprende los municipios de Colima, Villa de Álvarez, Cuauhtémoc, Comala, Coquimatlán e Ixtlahuacán. 

Precisamente, en estos municipios, el priista ha realizado recorridos para agradecer el voto que le favoreció en la elección del 2015. De su trabajo, la población tendrá una opinión, pero ciertamente lo respaldan números y acciones: gestionó más de 130 millones de pesos, defendiendo el presupuesto de Colima; presentó 11 iniciativas, las cuales la mayoría están pendientes de dictaminar y nunca dejó el contacto con la población, pues en su gestión como legislador realizó más de 500 visitas al primer distrito federal del estado.

Creo que Enrique Rojas acierta en una cuestión: no dejar el contacto ciudadano, mantener el trabajo legislativo articulado a una base social. Esto es esencial en cualquier político y partido, pero sobre traer resultados a la población. Eso, para mí, es la política: ser un agente de cambio en la sociedad.

Más allá de la inquina antipriista, a Enrique Rojas poco se le podría criticar. Los priistas, por otro lado, deberían seguir su ejemplo: no arredrarse ante el aparente rechazo social –magnificado después de la elección—y la ola avasalladora de Morena.

Y es que la sociedad, por antonomasia, es heterogénea, plural. Por eso la importancia de la construcción de acuerdos a través del debate, a través de la lucha argumentativa en la que se fraguan las leyes y las ideas que dan sustento a la democracia.

Si el PRI desaparece o se renueva, dependerá en gran medida de recuperar esa base social, esa atingencia que lo una con la población. Los partidos políticos no son malos, siempre y cuando defiendan los intereses de la sociedad. Al parecer Enrique Rojas entiende esto, y ahora los priistas, amilanados por la derrota, harían bien en seguir su ejemplo y acercarse más a la población. No les queda de otra. 

Dos puntos

La semana pasada, en el senado, la bancada de Morena mandó una iniciativa para modificar el artículo tercero constitucional, como el primer paso para la derogación de la reforma educativa. En una entrevista, López Obrador aseguró que no habría cambios en las reformas estructurales hasta después de dos años; era lo más sensato, para ver si había un efecto positivo y analizar, con base a esto, posibles modificaciones.

La reforma educativa no debe desaparecer, sino perfeccionarse, sobre todo en el aspecto de la evaluación de la permanencia. Que se quite permanencia y sanseacabó el conflicto, pues es precisamente esta parte lo que genera inconformidad en el magisterio. Pero que no se derogue la reforma.

Porque derogarla implicaría eliminar las evaluaciones de ingreso al servicio profesional docente, quizá la parte más importante porque le quitó la discrecionalidad en la asignación de plazas, antes controlada por el sindicato y la autoridad educativa; ellos decidían, con su criterio propio, subjetivo, arbitrario, quiénes sí y quiénes no daban clase.

Ahora los maestros, por su mérito propio, pueden acceder a una plaza o a la promoción del servicio, a través de mecanismos rigurosos, objetivos, que determinan su idoneidad y sus capacidades. No hay, pues, compadrazgos ni amiguismos que influyan.

Esto por una parte –que terminó con los poderes fácticos--, porque la reforma también constituye un abanico de programas, como Escuelas al Cien, el Programa Nacional de Inglés, Instituto Nacional de Evaluación Educativa, el Programa de Escuelas de Tiempo Completo, de Alfabetización Digital y otros más que impactan en la calidad de la educación y mejoran las condiciones de infraestructura de los planteles educativos.

Acabar con la Reforma sería una regresión, un retroceso educativo y regresarles, en cambio, el control de la nómina educativa y su poder de asignación de plazas a los grupos gansteriles como la CNTE. Como padre de familia, estoy de acuerdo: que se perfeccione, que se mejore la reforma, pero por ningún motivo que se derogue. Y más cuando el modelo educativo a penas se está implementando en este ciclo escolar.

Que Andrés Manuel cumpla su palabra y haga cualquier cambio constitucional a la mitad de su sexenio. Que le calle la boca a quienes lo tachan de incongruente y de que no cumple con su palabra. Aquí tiene un oportunidad extraordinaria para hacerlo.