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Juan Carlos Gavilanes, la vida alrededor de los volcanes

Administrador Colimapm | Colima | 17/09/2018

POR: Pedro Zamora

Agencia Informativa Conacyt. Geógrafo, alpinista y explorador, Juan Carlos Gavilanes Ruiz es uno de los pocos mexicanos que han estado en el interior de los cráteres de varios volcanes activos, realizando labores de investigación, entre los que se cuentan el Volcán de Fuego, de Colima; el Popocatépetl, del centro de México; y el Merapi, de Indonesia, además de múltiples volcanes extintos.

Su nombre aparece en ocho artículos científicos en diversas revistas internacionales por haber descubierto oro nativo entre los sublimados de gases del Volcán de Colima, además de que en una de las muestras por él recogidas se descubrió un mineral nuevo en el mundo, al que se le denominó colimaíta.

En sus travesías, sea sobre conos ardientes o picos helados, ha sufrido serios accidentes de los que ha salido bien librado, como a principios de los años noventa en Los Andes, donde las temperaturas extremas le provocaron congelamiento de los pies —que fue benigno, sin consecuencias mayores, mientras que a su compañero le tuvieron que amputar un dedo—, o recientemente las graves quemaduras que padeció en los tobillos al pisar los rescoldos de un flujo piroclástico generado durante la erupción de julio de 2015 en el Volcán de Fuego, lesiones de las que actualmente solo le quedan cicatrices.

Pero además de la pasión por su actividad como alpinista y explorador de sitios recónditos de la naturaleza, Juan Carlos Gavilanes ha dedicado más de dos décadas de su vida académica a otras labores también apasionantes: la investigación y la 1-carlgav1418.jpgcomunicación del riesgo entre las poblaciones de las comunidades aledañas al Volcán de Fuego.

Gavilanes recuerda que durante su niñez, en el Estado de México, desde una ventana de su casa veía el volcán Iztaccíhuatl con sus glaciares y siempre sintió mucho interés y curiosidad. En 1980 realizó su primer ascenso al volcán Popocatépetl y, motivado por su gusto por la naturaleza, en 1983 ingresó a la licenciatura en geografía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Posteriormente en otras montañas hizo alpinismo de alto rendimiento e incluso en Los Andes trabajó de guía. Varios meses después del congelamiento sufrido en los pies en aquella región no lograba recuperar la sensibilidad, por lo que los médicos le recomendaron irse a radicar a un lugar cálido de baja altitud. Fue así como llegó a la ciudad de Colima en 1993, como colaborador del doctor Ignacio Galindo Estrada, director del entonces Centro de Investigaciones en Ciencias de la Tierra de la universidad local.

Ahí se relacionó con geólogos que estudiaban el Volcán de Fuego, entre ellos Abel Cortés, Carlos Navarro y Ricardo Saucedo, con quienes tuvo grandes aprendizajes en el campo de la vulcanología. En 1995 se incorporó como técnico académico en el Observatorio Vulcanológico. Realizó su maestría en geografía sobre riesgo volcánico en la UNAM y en 1998 fue nombrado profesor investigador de la Universidad de Colima.

“A Saucedo lo ayudé a hacer la reconstrucción de la erupción de 1913. Yo como geógrafo tenía instrucción en ciencias naturales, pero también en ciencias sociales, porque una de las visiones preponderantes de la geografía es la integración del conocimiento de las sociedades en el medio natural, por lo que él me sugirió diseñar un programa de información a la población de las comunidades aledañas al volcán”.

ESTUDIOS INTEGRALES PARA REDUCIR RIESGO DE DESASTRES

El programa, denominado Proyecto de Información a la Población Sobre Riesgo Volcánico en las Comunidades del Volcán de Colima, fue diseñado en 1996 por ambos, con la participación de Alicia Cuevas, que había egresado de la Facultad de Letras y Comunicación. Con ese proyecto, financiado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), Gavilanes se dio cuenta de la importancia del aspecto social, que si no se aplica no sirve de mucho el trabajo de otras áreas. En pocos años descubrió, con fascinación, una nueva gama de conocimientos derivada de los científicos sociales en cuanto a los estudios integrales para la reducción del riesgo de desastres.

En su caso personal, Juan Carlos Gavilanes ha combinado su exploración de la naturaleza con el trabajo académico, situación que ha marcado su trabajo. “Hay sismólogos muy fregones o geofísicos que, como en todo, algunos son muy arrogantes, pero yo les he dicho que a mí no me van a enseñar qué hace un volcán, yo he estado adentro de varios de ellos, he tomado muestras de lava, de gases, de roca (…) En 1997, junto con Abel Cortés y un topógrafo, hicimos el primer levantamiento topográfico en el domo del Volcán de Colima, con máscaras de gas”.

Gavilanes considera que ha desarrollado su trabajo moviéndose en dos “universos paralelos”: por una parte, la emoción de estar en contacto directo con la naturaleza, en particular con los volcanes, a los que ha estudiado y han sido la pasión de su vida por mucho tiempo, y por la otra, ha realizado investigación académica y convivido con la gente que vive y experimenta los riesgos en los alrededores de los volcanes.

A juicio de Gavilanes, es desaconsejable que quienes tomen las decisiones sean los que se encuentran únicamente en un universo, como pueden ser las ciencias duras, sin tener preparación en el otro, pues ello “es completamente anticientífico; si vamos a ser científicos, tenemos que hacer honor a la verdad y al conocimiento”.

A lo largo de su trayectoria como investigador, Gavilanes dice haber visto la naturaleza del conocimiento entre los científicos duros y los sociales, entre quienes existe un antagonismo que no es gratuito ni casual, pues tiene razones de varios tipos, pero en el ámbito de los riesgos y los desastres tiene razones originadas durante la Guerra Fría, cuando los gobiernos destinaron a los militares a las labores de atención de desastres, de donde surgió el concepto de “desastre natural”, al considerar la amenaza como el enemigo, sin tomar en cuenta el fenómeno social. En la actualidad, han ganado presencia las corrientes que proponen la visión de la gestión integral del riesgo.

Afirma que él estará satisfecho de su trabajo académico cuando una de sus investigaciones sea tomada en cuenta para confeccionar un plan de emergencia o de gestión del riesgo para una comunidad, en la que sea escuchada y atendida la voz de la gente. “Entonces ya me podré morir a gusto”.

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