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LA PANGA

MAYAHUEL HURTADO | Opinión | 11/09/2018

VIOLENCIA INSTITUCIONAL CONTRA LA MUJER, UNA PRÁCTICA MUY COMÚN EN NUESTROS DÍAS

El tema no es nada nuevo, la violencia contra la mujer dentro de las instituciones públicas y privadas es una práctica que se da comúnmente; a pesar de gritar a los cuatro vientos que gozamos del respeto a nuestros derechos, aún existen algunas aristas que demuestran que hay que trabajar mucho para que la participación de la mujer no sólo sea de un 50% con respecto a los hombres, sino además que se garantice que una mujer que ocupa un puesto o cargo de buen nivel, mismo que tradicionalmente fue ocupado por hombres, no vea amenazada su oportunidad de desarrollo profesional, pero también tenga la garantía de que sus derechos serán respetados, que en la toma de decisiones será considerada y además, que no existirá un boicot o conspiración al interior de las instituciones para desgastar su imagen y lograr removerla del puesto, pero hagamos un pequeño viaje por la historia.

La mayoría de los espacios en instituciones públicas, así como del ámbito privado, como la familia y el sector empresarial, se construyeron bajo modelos de los Siglos XIX y XX, esto significa que en su esencia son espacios masculinos basados en una estructura de poder piramidal y patriarcal. Bajo estos espacios públicos y privados, la participación de las mujeres se vio obstaculizada, y no pocas veces limitada por toda una estructura social androcéntrica; es decir, que todo giraba en torno a lo masculino. Ello derivó en una visión parcial del mundo, bajo una cultura e historia, creadas para servir, mantener y preservar los intereses y dominación de los varones.

Sin embargo, el espíritu de lucha de las mujeres ha permitido que las anquilosadas relaciones de poder fueran cambiando para bien, buscando establecer relaciones igualitarias, entre hombres y mujeres, construyendo una sociedad libre e igualitaria, y no, una sociedad androcéntrica. Pero esta lucha no ha concluido y no ha sido fácil, pues hoy en día existen cientos, quizás miles de mujeres siendo objeto de violencia institucional. ¿Qué significa eso?

Hablar de la violencia institucional se entiende como el uso arbitrario o ilegítimo de la fuerza pública, es decir, una forma de ejercicio del poder mediante el empleo de la fuerza física, psicológica, política o económica. Es un tipo de violencia expresada por la existencia de una relación jerárquica -quien está en un espacio de poder, y quien no lo tiene-.

Es decir, quien tiene el poder lo usa y lo direcciona para cumplir sus fines; por citar un ejemplo, si una mujer ha llegado a ocupar un puesto o cargo que incomode al que ejerce el poder en la institución, lo usará de forma descendente, vertical u horizontal, para quitar de en medio al obstáculo, y es que las complicidades se dan más cómodamente en un esquema de varones, que uno dirigido por una mujer.

La mujer, se dice, es menos corruptible que un hombre; sin embargo, en pleno Siglo XXI las mujeres que ocupan ciertos cargos en algunos casos son víctimas de violencia institucional sistemática, con la finalidad de que deje el puesto o se sienta totalmente incómoda e insatisfecha en el área del trabajo, al grado de abandonarlo.

Pero el asunto puede ir más allá: Al configurarse el acoso laboral, mejor conocido como “mobbing”, término que en inglés significa “asediar”, “acosar”, “acorralar en grupo”, y es tanto la acción de un hostigador o varios hostigadores conducente a producir miedo, terror, desprecio o desánimo en el trabajador afectado hacia su trabajo, como el efecto o la enfermedad que produce en el trabajador.

Esta persona o grupo de personas reciben una violencia psicológica injustificada a través de actos negativos y hostiles dentro o fuera del trabajo por parte de grupos sociales externos, de sus compañeros ("acoso horizontal", entre iguales), de sus subalternos (en sentido vertical ascendente) o de sus superiores (en sentido vertical descendente, también llamado bossing, del inglés boss, “jefe”).

Dicha violencia psicológica se produce de forma sistemática y recurrente durante un tiempo prolongado, a lo largo de semanas, meses e incluso años, y al mismo en ocasiones se añaden "accidentes fortuitos”, se documentan acusaciones con evidencias fabricadas o falsos testimonios y hasta agresiones verbales y físicas, en los casos más graves. Una situación de acoso muy prolongada en el tiempo, además de enfermedades o problemas psicológicos, puede desembocar, en situaciones extremas, como una depresión aguda y en el suicidio de la víctima.

Por eso, si usted es mujer, y en su trabajo ha sido víctima de cualquiera de éstas situaciones, acuda a cualquier instituto u organismo de protección para que le brinden asesoría jurídica y proceda legalmente contra quien resulte responsable. Si tiene posibilidades económicas y usted ostenta un puesto importante y se encuentra en una situación similar, contrate los servicios de un buen abogado, para que le lleve el caso y se sancione conforme a la ley al o los agresores que participaron en generar violencia institucional o acoso laboral.

¡No se deje, no está sola, exija que como mujer, le sean respetados sus derechos! Nadie, absolutamente nadie, tiene derecho de humillarla, violentarla, acosarla para que usted deje su trabajo.

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