BITÁCORA REPORTERIL

CÉSAR BARRERA VÁZQUEZ | Opinión | 01/08/2018

NOSTALGIA AL VIEJO PRI

Más que del sistema, la elección del pasado primero de julio nos habla de la mentalidad del electorado y su añoranza del presidente caudillista y su partido hegemónico, que resuelvan los grandes problemas de los mexicanos.

Esta regresión democrática (no se puede entender de otra manera el posible socavamiento de los contrapesos institucionales, ahora auspiciados por un discurso beligerante del futuro presidente contra el INE y el poder judicial) obedece también a un componente místico que supo suministrar con eficacia López Obrador.

De ahí la contumacia del discurso de la esperanza, que suprimió la racionalidad de las propuestas y catapultó la imagen del héroe, del salvador de la patria que, de manera casi mágica, resolverá los problemas de México. Por eso la vaguedad e inocuidad de su propuesta anticorrupción, que se sustentó únicamente en su figura.

El voto a favor de Morena y su victoria avasallante es una reminiscencia del viejo PRI, una nostalgia a la percepción, a la creencia de que los grandes problemas de la nación se pueden resolver por la voluntad de una sola persona, de un partido político; la quimera nos cuesta caro, pues se amenaza con todo aquello que suele considerarse como positivo dentro de una democracia.

¿Y es que se puede creer que el legislativo es independiente del ejecutivo cuando es controlado por la mayoría de los diputados de Morena, quienes ya han demostrado su obsecuencia a los designios presidenciales y a la figura de López Obrador? Lo mismo ocurrió con el viejo PRI y los resultados todos los conocemos.

No creo que en una democracia la mayoría manda; al contrario, es indispensable construir acuerdos con todas las voces y llegar a la construcción de consensos que beneficien a toda la colectividad. Lo ideal es eso: que haya equilibrio de poderes,  pluralidad política, contrapesos institucionales,  mecanismos que marquen límites al poder para que éste no se autodelimite sólo por “la buena voluntad del gobernante”.

Temo que esta elección revitalizó al viejo sistema político y fortaleció a la partidocracia, con el advenimiento de un nuevo partido hegemónico. Desafortunadamente, aún no tenemos la madurez electoral para votar por quien tenga las mejores propuestas, el perfil idóneo y el proyecto político más viable. Y este 2018 fue la prueba: ganaron candidatos desconocidos, algunos incluso ni hicieron campaña.

De nueva cuenta recurrimos a los brazos de un gobierno paternalista con un gran poder político y bono democrático. Lo que haga a partir del primero de diciembre el gobierno de López Obrador  reafirmará la esperanza o confirmará las sospechas en su contra. La borrachera del triunfo lopezobradorista será proporcional a la cruda que dejen las promesas incumplidas y las expectativas no satisfechas.

Dos puntos

La  exigencia de renovación del PRI obedece a un movimiento que se da desde las mismas bases militantes de ese partido. Desoír este llamado y mantener una postura intransigente desde la cúpula del PRI puede resultar fatal para un partido que se encuentra, ahora, disminuido como nunca en su historia. Un partido es importante en la medida de que responde a las necesidades de la población, y son las bases de los partidos, la militancia de a pie, la que está articulada con la sociedad. Si la cúpula del PRI no acata la renovación del partido sería un acto de desarraigo, lo que consumaría el éxodo de militantes hacia otro partido. Sólo quedaría el cascajo.